Vivimos en una época que proclama las bondades del sexo, lo promociona incansablemente, lo usa para vender todo y lo pone como barómetro para medir la sanidad de las relaciones de pareja.
Es tal la demanda de rendimiento que muchos que no pueden cumplir con ello, se ven catalogados o se catalogan como: eyaculadores precoces, anorgásmicas, o son torturados por inhibiciones del deseo.
Será que hay tantos “enfermos sexuales”? o será que los estándares de lo que pretendemos del sexo no pueden ser cumplidos?
La sexología a dado nombre a estas supuestas patologías y en este momento la mayoría de la gente que se identifica con la descripción del problema, se pone el rótulo sin necesidad de consultar.
Detrás de los problemas sexuales que nos perturban hay ideas y supuestos aun mas perturbadores: suponemos que mujeres y hombres deberían reaccionar de igual forma frente a los encuentros sexuales, suponemos que las mujeres son lentas o que los hombres son rápidos; suponemos que si nos queremos, el sexo debería funcionar de maravillas; suponemos que el ardor amoroso del primer tiempo nos debería acompañar toda la vida. Esto y otros temas mas constituyen el sexo mítico que la cultura, la medicina y también la sexología promueven y prescriben.
Nosotros pensamos que muchos de los problemas relacionados con el sexo se solucionan con palabras, aprendizajes y conocimiento.
Pero por sobre todo este grupo piensa en contextos: pensamos en las relaciones, los lugares, los poderes y los sentimientos dentro de los cuales el sexo se desarrolla.
Y también pensamos en ciencia: que se sabe hoy en día con respecto a como es el sexo humano desde sus fundamentos biológicos y como esto repercute en nuestra sexualidad, relacionando el conocimiento con los pedidos sociales y personales al sexo.
Los invitamos a compartir este espacio de nuestras conversaciones y reflexiones.



miércoles, 25 de febrero de 2015

Erotismo en la era virtual: el nuevo aislamiento afectivo

Erotismo en la era virtual: el nuevo aislamiento afectivo

Miércoles 11 de febrero de 2015 | Publicado en edición impresa

Sociedad
Cómo la tecnología transformó la vida íntima de las personas
Por Carolina Amoroso  | LA NACION


"Nunca nos terminamos viendo", cuenta Mariana, de 29 años, para adelantar el final de una historia que, entre la risa y el pudor, le cuesta relatar con detalles. Duda al hablar de "relación" y opta por utilizar la palabra "juego" para definir los encuentros que, pantallas mediante, mantuvo con un amante furtivo.
 
Foto: LA NACION / Pablo G. Feliz
Ocurre que su historia, como tantas otras similares, encierra algunos de los interrogantes más inquietantes que trajo la explosión de la virtualidad: ¿estamos perdiendo capacidades que nos permiten vincularnos en el plano material? ¿Cuáles son las consecuencias para la vida psíquica? ¿Se puede reemplazar el sexo por el sexting (envío de mensajes de texto con contenido sexual)? ¿Hay verdaderamente una relación sexual en ese caso? ¿Por qué frente al bombardeo constante de estímulos sexuales (con imágenes explícitas a un clic de distancia) proliferan las disfunciones sexuales vinculadas a la falta o disminución del deseo?
Los especialistas señalan la importancia del contacto personal y advierten sobre el riesgo del aislamiento.
"Yo había estudiado teatro con él. Se fue a vivir a Estados Unidos y, en una de sus vacaciones, nos reencontramos en un bar. Desde ahí, siempre quedó pendiente algo entre nosotros, -narra Mariana, graduada en Letras-. Cuando él ya estaba allá, empezamos a chatear por Facebook. Después, la charla pasó al Skype, cuando empezó a subir el tono y empezamos a tener sexo virtual. Pasó unas tres veces y después no volvimos a hablar. Quedó ahí. Incluso cuando vino acá en las vacaciones tampoco nos vimos. La primera vez que lo hicimos, no, pero la segunda vez sí fue triste. Después de que se acaba el Skype, el vacío es enorme porque vos estás acostumbrada a que después de algo así hay contacto, un abrazo. Pero acá no hay nada. Apagás la compu y volvés a estar sola."
Richard Kearney, filósofo y profesor en el Departamento de Filosofía del Boston College, se propuso reflexionar en torno a estos temas. En una columna titulada "Losing Our Touch" ("Perdiendo nuestro contacto", un juego semántico que se desprende de las acepciones de touch: tacto, toque, contacto), publicada por The New York Times, Kearney acude al propio Aristóteles para explicar la importancia deltacto para la conformación de una forma de inteligencia. "«El tacto conoce las diferencias», insistía Aristóteles. Es la fuente de nuestro poder más básico para discriminar. Nuestra primera inteligencia es el refinamiento sensorial. Esta sensibilidad primaria es también lo que nos pone en riesgo ante el mundo, exponiéndonos a la aventura y al descubrimiento", escribió Kearney y, unos párrafos más adelante, agregó: "El tacto no es inmediatez ciega... Los sentidos carnales nos hacen humanos, manteniéndonos en contacto con las cosas...".
Para introducir el tópico del eros en una de sus clases, el filósofo planteó algunos de los interrogantes más actuales a sus alumnos y notó una paradoja que se desprendía de los relatos de los jóvenes: la cultura actual, que generalmente se piensa como una cultura materialista, es, en realidad, la menos materialista que se puede imaginar, ya que está signada por la mediatización y, en buena medida, por nuevos patrones de aislamiento, como el voyeurismo. "No es cuestión de darle la espalda a la tecnología. Creo que como una forma de llegar a la posibilidad de una relación sexual o táctil es una cosa maravillosa, pero cuando reemplaza a la relación material, particularmente, a través de la pornografía, se termina teniendo otro tipo de sexualidad", dijo Kearney en diálogo LA NACION.
Por otro lado, añadió: "Extrañamente, hay cierto neoconservadurismo en esto de retraerse a la sexualidad virtual. Es un modo retractivo de expresión. En lugar de conectar, como hicieron los baby boomers en los sesenta, donde había un sentido de lo comunal, creo que con las nuevas tecnologías, la sexualidad se ha vueltoanticomunal, en tanto que es solitaria, sucede cada vez más adentro de la cabeza. Hay un nuevo aislamiento, que, irónicamente, en la consumación sexual, va de la mano de un sistema comunicacional global digital. Estás conectado con todo, pero la realidad es que estás solo frente a tu pantalla".
Este "nuevo aislamiento" al que se refiere Kearney se plasma en conductas como el voyeurismo o incluso en la llamada "pornografía amateur", o videos eróticos realizados por parejas anónimas. "Yo diría que eso también es un ejemplo de retracción. Teencerrás en tu pequeño módulo y es una imaginación aislada. Es otra forma de individualismo porque es atomizante", observa.

El placer solitario

Psicólogos y sexólogos argentinos observan que el gran terreno que gana el autoerotismo puede transformarse en un motivo de consulta cuando se convierte en la única opción entre las alternativas del menú sexual. "A mí me llama la atención que cada vez vienen más a las consultas personas que han hecho del autoerotismo su vida erótica. Tienen un encuentro cada vez más cerrado consigo mismos. Es muy difícil cuando esa persona se encuentra con otra para una relación, porque se ha acostumbrado a una escena erótica idealizada a partir de un estímulo, sin ninguna situación de exigencia o de estrés. Tiene esa configuración que es la que le funciona y cuando tiene que estar con un otro, le resulta muy difícil. Entregar el cuerpo y recibir al otro resulta muy complejo", asegura el sexólogo Adrián Helien.
"Las tecnologías han facilitado algunas posibilidades de encuentro de distintas expresiones de placer, pero no reemplazan para nada el contacto real. Por otro lado, toda la diversidad de expresiones sexuales coexiste con una absoluta desinformaciónacerca de la sexualidad. Siguen vigentes los mismos tabúes. Seguimos manejándonos con mitos que no respetan la libertad de expresiones sexuales", agrega Helien.
Para Any Krieger, psicoanalista, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y autora del libro Sexo a la carta, si bien la tecnología ha permitido la visibilización de determinadas conductas, hay otros factores que cambiaron los patrones de comportamiento sexual. "En esta época que estamos transitando, hay un empuje a gozar -dice-. Hay una insistencia en que tenemos que ser felices como mandato. Y dentro de esa exigencia de la felicidad, hay una exigencia puesta en la sexualidad. Se habla incluso de cantidad de orgasmos, de cuántos minutos debe durar. Pero, paradójicamente, el psiquismo humano, cuando se estimula algo, suele reaccionar de una manera contraria. ¿Por qué? Porque la cuestión del deseo es compleja. No va por un camino recto, es caprichoso y tiene muchos recovecos. Lo que apaga el deseo no es la tecnología, sino el empuje a gozar, la obligación de gozar".
En relación a la tendencia de compartir las vivencias más íntimas y sacarlas del ámbito de lo privado, Krieger señala: "La mediatización se plasma y es muy llamativo ver cómo hay una imperiosa necesidad de hacer público lo más íntimo y lo más privado. Eso se ve multiplicado con las redes, que se usan prácticamente para poder expresar lo que uno piensa, lo que uno siente y lo que uno hace, de una manera exponencial, sin saber ni siquiera quién lo va a recibir o a ver. Uno podría pensar: ¿se ha acabado el mundo privado, ese mundo tan rico, tan interesante y tan creativo?"

El ocaso del enigma

Con la interminable marea de contenidos que trae consigo Internet, quedaron atrás los tiempos en los que encontrar una película condicionada o acceder a una revista de desnudos era un verdadero operativo, una aventura que formaba parte del anecdotario adolescente de generaciones enteras. Había algo en ese esfuerzo por develar los enigmas que escondía el objeto de deseo, que conformaba en sí mismo una fuente de adrenalina y placer. Precisamente porque la relación entre accesibilidad y deseo es compleja como pocas, no resulta extraño, para los estudiosos de los comportamientos sexuales, que las disfunciones del deseo aumenten notablemente en los últimos años, cuando la imagen prevalece y el misterio pierde terreno ante la "mostración".
Al respecto, Miriam Mazover, psicoanalista y directora académica de la Institución Fernando Ulloa, -quien también habla de la actualidad como una "época masturbatoria"-, observa: "La imagen hoy está en el centro de la escena. El cuerpo, que tiene en los humanos categorías simbólicas, se convierte en fragmentos a los que se prepara y se moldea para la pura exhibición. Pero el deseo se funda en la falta. Sólo puedo desear lo que falta. Ya no estamos hablando ni de cuerpos en el sentido simbólico ni de subjetividades. Ya no se habla de cosas del amor, secercena esta posibilidad".
Al referirse a las consecuencias de estas problemáticas en la vida psíquica, Mazover agrega: "Cercenar la posibilidad de nombrar lo que falta y de brindarnos palabras de amor no es sin consecuencias psíquicas. Los seres humanos, si no nos vinculamos con amor, empezamos a tener trastornos psicosomáticos".
En su ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, el filósofo Walter Benjamin introduce la idea de "aura" para hacer alusión a la cualidad que distingue a una pieza de arte original de cualquier réplica, por más exacta que sea. En el texto, asevera: "Incluso a la más perfecta reproducción de una obra de arte le falta un elemento: su presencia en el tiempo y el espacio, su existencia única en el lugar donde se encuentra. [...]El aquí y el ahora del original es el prerrequisito del concepto de autenticidad". ¿Será que las relaciones íntimas también están revestidas de un aura que impide que cualquier experiencia de reproducción o simulación sea exactamente igual al encuentroauténtico y material? Aunque el cine y la literatura ya hayan esbozado sus respuestas (la más reciente, el film Her, de Spike Jonze), vale la pena hacerle frente, en soledad, a ese mismo interrogante..

lunes, 16 de febrero de 2015

Buscando Sexo

Buscando sexo

Ahora es posible conocer todo lo que siempre quiso saber sobre su sexualidad con la recopilación masiva de datos de Google


¿Se siente confuso en relación con el sexo? Yo, desde luego, sí. Una de las muchas razones por las que el sexo resulta un asunto tan desconcertante es que no tenemos datos fiables. La gente miente a sus amigos, a sus amantes, a los médicos, en las encuestas y a sí misma.
Hace tres años, cuando era estudiante de posgrado en Económicas, empecé a escribir sobre cómo los nuevos datos, en particular las búsquedas en Google, podían proporcionarnos visiones inéditas de temas socialmente delicados. Desde entonces, mucha gente me ha pedido que escriba sobre sexo. Yo era reticente porque quería investigar más. Ahora, por fin, estoy preparado para decir algo al respecto. El resultado se podría titular: “Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo, pero carecía de datos a los que preguntar”.
Empecemos por lo básico. ¿Con qué frecuencia practicamos sexo? Las encuestas tradicionales no sirven para responder a esta pregunta.
He analizado los datos de una fuente clásica: la Encuesta Social General [de Estados Unidos]. Los hombres heterosexuales a partir de 18 años dicen que su promedio es de 63 actos sexuales al año, y que utilizan preservativo en el 23% de ellos. Esto suma más de 1.600 millones de usos de preservativo en relaciones heterosexuales al año. Las mujeres heterosexuales afirman que su promedio es de 55 actos sexuales al año, y que utilizan preservativo en el 16% de ellos. Esto arroja un total de unos 1.100 millones de usos de preservativo en relaciones heterosexuales al año. ¿Quién dice la verdad? ¿Los hombres? ¿O las mujeres? Ninguno de los dos. Según Nielsen, cada año se venden menos de 600 millones de preservativos.
También puede ser que los estadounidenses exageren la frecuencia con la que practican el sexo sin protección. Más o menos el 11% de las mujeres de entre 15 y 44 años declaran que son sexualmente activas, que no están embarazadas y que no utilizan ningún método anticonceptivo. Incluso partiendo de supuestos relativamente conservadores acerca de cuántas veces mantienen relaciones sexuales, sería de esperar que el 10% se quedasen embarazadas cada mes. Sin embargo, por sí solo esto superaría el número total de embarazos en Estados Unidos (que es de uno por cada 113 mujeres en edad reproductiva).
Los hombres que nunca han estado casados declaran que utilizan una media de 29 preservativos al año, lo cual supera el total de preservativos vendidos en Estados Unidos a casados y a solteros conjuntamente.

La segunda pregunta más frecuente entre los hombres es cómo prolongar sus encuentros sexuales
Es probable que las personas casadas también exageren el número de veces que mantienen relaciones sexuales. Por término medio, los hombres casados de menos de 65 años responden en las encuestas que mantienen relaciones sexuales una vez a la semana. Solo el 1% responde que durante el año anterior no las mantuvo. Las mujeres casadas declaran una frecuencia algo menor, aunque no mucho.
Las búsquedas en Google proporcionan una imagen mucho menos animada del sexo en el matrimonio. La primera queja acerca de la vida matrimonial es que no hay sexo. Las búsquedas de “matrimonio sin sexo” superan en tres veces y media a las de “matrimonio infeliz”, y en ocho veces a las de “matrimonio sin amor”. Hay 16 veces más quejas de que el cónyuge no desea practicar sexo que de que la pareja no está dispuesta a hablar.
Incluso las parejas que todavía no están casadas se lamentan con cierta frecuencia de la ausencia de relaciones sexuales. Las búsquedas en Google de “relación sin sexo” ocupan el segundo puesto, solo por detrás de las de “relación de maltrato”.
En Google hay cinco veces y media más quejas porque un miembro de una pareja no casada no quiera practicar sexo que porque no responda a los mensajes de texto. También hay más porque el novio “no quiera practicar sexo” que porque la que no quiera sea la “novia”. Las quejas sobre los “maridos” y las “mujeres” son más o menos las mismas. (Una observación de pasada acerca de la sexualidad: estoy dando por hecho que la gran mayoría de las búsquedas que contienen “mi novia” o “mi esposa” las han hecho hombres). Considerados en conjunto, los datos indican que los estadounidenses mantienen relaciones sexuales unas 30 veces al año, o, lo que es lo mismo, una vez cada 12 días.
El sexo puede ser muy divertido. ¿Por qué lo practicamos tan poco? Las búsquedas en Google apuntan a un motivo predominante: una enorme ansiedad que se localiza en gran medida en el lugar equivocado.
Empecemos por las neurosis de los hombres. No es ninguna novedad que los hombres se preocupan por sus genitales, pero el grado de esta preocupación es bastante intenso. No es posible conocer el género de un usuario solamente a partir de una búsqueda en Google. Sin embargo, a menudo, se puede hacer una conjetura bastante acertada para búsquedas referentes al sexo y a partes del cuerpo del tipo “mi pene...”.
Los hombres plantean en Google muchas más preguntas sobre su órgano sexual que sobre cualquier otra parte del cuerpo; más que sobre sus pulmones, su hígado, sus pies, sus oídos, su nariz, su garganta y su cerebro juntos, y hacen más búsquedas preguntando cómo aumentar el tamaño de su pene que sobre la manera de afinar una guitarra, hacer una tortilla o cambiar un neumático.

¿Se preocupan las mujeres tanto por el tamaño del pene? Según las pesquisas en Google, pocas veces
La primera preocupación expresada por los hombres en el buscador en relación con los esteroides es si tomarlos podría reducir el tamaño de su pene, y la primera consulta que le hacen en relación con los cambios que se producen en su cuerpo o en su mente con la edad es si sus penes se vuelven más pequeños. (Nota al margen: una de las preguntas más comunes que se hace a Google es “¿cómo de grande es mi pene?”. En mi opinión, que esos hombres se lo pregunten al buscador en vez de utilizar una regla es la manifestación por excelencia de nuestra era digital).
¿Se preocupan las mujeres tanto por el tamaño del pene? Según las búsquedas en Google, pocas veces. Por cada búsqueda de ellas acerca del falo de su pareja, los hombres hacen unas 170 sobre el suyo propio. La verdad es que en las escasas ocasiones en las que las mujeres expresan preocupación por el pene de su pareja, generalmente se refieren al tamaño, pero no necesariamente a que sea pequeño. Más del 40% de las quejas acerca del tamaño del pene de la pareja manifiestan que es demasiado grande. “Dolor” es la palabra más utilizada en las búsquedas en Google con la frase “... durante el sexo”.
El 1% de las búsquedas relacionadas con el cambio de tamaño del propio pene piden información sobre cómo hacerlo más pequeño.

En estos asuntos, la gente miente a sus amigos, a sus amantes, a los médicos, en las encuestas y a sí misma 
Otra de las principales preocupaciones sexuales es la eyaculación precoz. La segunda pregunta más frecuente entre los hombres es cómo prolongar sus encuentros sexuales. Una vez más, parece que las inseguridades de los hombres no coinciden con las preocupaciones de las mujeres. El número de búsquedas preguntando cómo hacer que el compañero alcance el clímax más deprisa y cómo hacer que lo alcance más despacio es más o menos el mismo. De hecho, lo que más inquieta a las mujeres en lo que se refiere al orgasmo del compañero no es cuándo lo ha tenido, sino por qué no lo tiene.
La inseguridad de los hombres con su cuerpo no es algo de lo que se hable con frecuencia. Y si bien es cierto que, en general, el interés por la apariencia personal predomina entre las mujeres, la diferencia no es tanta como harían pensar los estereotipos. Según mi análisis deGoogle AdWords (también basado en la actividad global anónima en la web), el interés por la belleza y la buena forma física es masculino en un 42%; la pérdida de peso, en un 33%, y la cirugía estética, en un 39%. De todas las búsquedas con “¿cómo?” relacionadas con el pecho, alrededor del 20% preguntan de qué manera un hombre puede deshacerse de las mamas.
¿Qué pueden enseñarnos estos nuevos datos acerca de las inseguridades de las mujeres? En Estados Unidos, cada año hay más de siete millones de búsquedas relacionadas con los implantes mamarios. Las estadísticas oficiales nos dicen que alrededor de 300.000 mujeres se someten a ellos anualmente. Las mujeres también muestran una gran inseguridad en lo que se refiere a sus traseros, aunque recientemente muchas han cambiado de opinión con respecto a qué es lo que no les gusta de ellos.
En 2004, en algunos lugares de Estados Unidos, la búsqueda más frecuente relacionada con cambios en las nalgas era cómo hacerlas más pequeñas. El deseo de aumentar su tamaño se concentraba abrumadoramente en las zonas con abundante población negra. Sin embargo, a principios de 2010, el afán por tener un trasero más grande se incrementó en el resto de Estados Unidos. Este interés se ha triplicado en cuatro años. En 2014, en todos los Estados había más búsquedas consultando cómo aumentar que cómo disminuir el tamaño del trasero. Actualmente, en Estados Unidos por cada cinco búsquedas relacionadas con los implantes de mamas hay una relacionada con los implantes de nalgas.

Incluso las parejas que todavía no están casadas se lamentan con frecuencia de la ausencia de relaciones
¿Concuerda la creciente preferencia de las mujeres por tener un trasero más grande con las preferencias de los hombres? Pues resulta que sí. En los últimos tiempos, la popularidad de las búsquedas que contienen “pornografía culo grande”, que también se solían concentrar en las comunidades negras, se ha disparado en todo Estados Unidos.
¿Qué más quieren los hombres del cuerpo de una mujer? Entre lo previsible, manifiestan su preferencia por los pechos grandes. Alrededor del 12% de las búsquedas de pornografía sin género específico quieren encontrar pechos grandes. Su número supera en casi 20 veces el de búsquedas de pornografía con pechos pequeños.
Dicho esto, no está claro que eso signifique que los hombres quieran que las mujeres se pongan implantes mamarios. Alrededor del 3% de las búsquedas de pornografía con pechos grandes especifican que quieren ver pechos naturales. Las búsquedas acerca de la propia esposa y los implantes de senos se dividen por igual entre las que consultan cómo persuadirla para que se los ponga y las que preguntan perplejas por qué razón los quiere. O pensemos en la búsqueda más frecuente acerca de los pechos de la novia: “Me encantan las tetas de mi novia”. No está claro qué esperan encontrar los hombres a través de Google cuando hacen esa búsqueda.

Si es cierto que el interés por la apariencia personal predomina entre ellas, la diferencia no es tanta
Ya sé que estoy obsesionado con las búsquedas en Google y con otros conjuntos de datos nuevos. Me pregunto constantemente si no estoy yendo demasiado lejos. Cualquier investigador, independientemente de cuál sea su base empírica, puede hacer que sus inclinaciones se interpongan en el camino de la verdad. Todos estos datos son públicos. Sin duda, otros especialistas añadirán sus propias interpretaciones y harán nuevas preguntas.
Dan Ariely, un psicólogo de la universidad de Duke, proporciona un motivo para mostrarse cauteloso a la hora de interpretar estos datos. Mientras que la mayoría de las fuentes infravaloran los pensamientos relacionados con el sexo, él sospecha que Google podría estar sobrevalorándolos. En palabras de Ariely, “Google refleja lo que la gente no sabe y sobre lo que necesita información adicional”. Si uno no sabe hacer una tortilla, es probable que, sencillamente, le pregunte a alguien de su familia. Menos probable es que le pregunte a algún pariente cómo aumentar el tamaño del pene.
Otra cosa sorprendente del big data [datos masivos] es lo pequeños que suelen ser. Mucha gente piensa que cualquier búsqueda en Google se habrá hecho millones de veces, pero es posible que cuando consulte los datos en el volumen total mensual de búsquedas para varias frases, acabe preguntándose si eso es todo.
La gente no teclea en Google todo lo que piensa. Los datos del buscador son una pequeña muestra de los pensamientos y las preocupaciones de todo el mundo. Son sugerentes, no definitivos.

Los datos del buscador son una muestra de las preocupaciones de todo el mundo. Son sugerentes, no definitivos
No soy ni mucho menos un experto en sexo. No soy ni psicólogo, ni terapeuta sexual profesional, pero esto es lo que pienso: casi todos los estudios que he realizado basándome en las búsquedas en Google han hecho que me sienta peor en relación con el mundo. Hay muchísima gente racista y sexista, y un número desmesurado de niños que sufren malos tratos sin que nadie lo denuncie.
Pero después de examinar los nuevos datos sobre el sexo, la verdad es que me siento mejor, porque hacen que me sienta menos solo. En mis anteriores estudios de datos de Google descubrí la crueldad que los humanos suelen esconder. En esta ocasión, en cambio, lo que he visto han sido nuestras inseguridades ocultas. Los hombres y las mujeres estamos unidos en esa inseguridad y en esa confusión.
Google también nos da razones fundadas para que nos preocupemos menos de lo que solemos hacerlo. Muchos de nuestros temores más profundos acerca de cómo nos ven nuestras parejas sexuales son injustificados. A solas frente a sus ordenadores, sin nada que les empuje a mentir, los compañeros de pareja revelan que son poco superficiales y bastante compasivos. En realidad, todos estamos tan ocupados juzgando nuestros propios cuerpos que nos queda poca energía para juzgar los de los demás.
Tal vez si nos preocupásemos menos por el sexo, lo practicaríamos más. 
Traducción de News Clips. © 2015 The New York Times.