Y el erotismo quedó bajo las sombras
Hay cosas que, cuando se las desea atrapar, se las arruina. Es lo que ocurre con lo que llamamos erotismo, tema que surge, fervoroso, a partir del éxito del combo libros/película de las Cincuenta sombras de Grey, en la que se cuenta la historia de una pareja con una muy peculiar sexualidad.
Digamos que el territorio actual de lo erótico, por lo menos en su versión cotidiana, ha sido colonizado por productos e imágenes que se adueñan de la cuestión, arruinando la fiesta, ya que, sabemos, hay cosas que mejor es generar que comprar hechas.
Merece criticarse el reduccionismo de esta perspectiva respecto de lo que el erotismo significa. Entregarse a alguien no es, por ejemplo, someterse a violencias o dejarse esposar. Tampoco tener autoridad sobre alguien es lo mismo que dominarlo como si fuera un objeto "propio", deshumanizándolo para poder sentir excitación.
El erotismo es un arte sutil que sobrevive en una sociedad que endiosa a la técnica como forma de generar resultados.
En un territorio tan inhóspito, al pobre erotismo no le queda otra que intentar sobrevivir en el corazón de la experiencia humana, mientras se aclara el panorama.
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